Paulo Cesar Chavez
Si el día de hoy mencionas o preguntas por Paulo Cesar El Tilón Chavez a un niño o adolescente, probablemente nadie va a saber quién es, El Tilón, dotado de un físico espigado, con el famoso corte de cabello de hongo de los 90, con la playera rojiblanca holgada y corriendo por la banda derecha del estadio Jalisco enamoro y lleno de alegria con su futbol y sus gambetas a un niño lleno de ilusiones por llegar a jugar a la pelota como lo hacía el.
Ese niño lleno de ilusiones que nunca pudo ser como el, pero que en la memoria llevara siempre la dicha de que gracias a su futbol se hizo hincha de Club Deportivo Guadalajara, ver los partidos los domingos a las 12 en casa de la bisabuela, pelear con los demás niños de su cuadra y escuela con el argumento de que tilón se llevaba a más defensas por la banda que Cuauhtemoc Blanco, Jesus Arellano o Alex Aguinaga.
En su despedida del futbol Fernando el niño Torres hacía alusión a su abuelo, dándole gracias por haberlo hecho del Atlético de Madrid, hoy Yo como Fernando Torres le doy gracias a Paulo Cesar por su juego, por haberme contagiado el amor a las Chivas del Guadalajara.
Entrar a la gran memoria de internet y ver esos partidos vs Toros Neza y Morelia en la liguilla del verano 97, las super chivas ganaban goleaban y gustan, Paulo Cesar pintaba para romper la copa América de 1997, pero el doping junto a Raul Rodrigo Lara lo alejo de la justa sudamericana y a la larga del mundial de Francia 98.
Terminaron los 90’s y el tilón se apagó, se fue de las chivas al Monterrey y ya no volvió a ser el mismo, de ahí a la Primera A, regreso a Necaxa y todo se acabó.
Como muchos jóvenes talentos del club Guadalajara, la chispa prende muy rápido y su luz es cegadora, pero dura tan poco y al consumirse nadie hace esfuerzo por revivirla.
Al Tilón mi más grande admiración, me hizo del Guadalajara cuando se podía ser del Necaxa o del Toluca en esos maravillosos años 90. Me hizo querer recorrer la banda en el llano como lo hacía él, me ilusiono y me hizo poner su nombre en el trajecito de fayuca de las chivas que me regalo mi abuela.
No teníamos nada, pero tuvimos ilusión y éramos campeones, gambeteábamos por las calles de tierra del barrio, anotábamos en las porterías de piedras y soñábamos como ser como el tilón, bien lo decía el morro en su canción.